El tema principal del libro de Números es la “Divina Providencia”. Dios guía los caminos de todas las naciones, y en un nivel individual, ¡cada persona es guiada por Dios a lo largo de su vida! Sin embargo, nosotros vivimos nuestra vida con la noción de que simplemente es una “casualidad” que yo naciera en esta familia, en este lugar y en aquel momento – entonces, ¡mientras esté aquí debo disfrutar!
¡Equivocado! Naciste específicamente en esa familia, en ese lugar y en aquel momento particular porque tienes una misión que cumplir y solamente tú estás programado para ese trabajo. Desde el principio del tiempo y hasta el fin del mismo, nunca ha habido o habrá ¡alguien exactamente igual a ti! Dios maneja el mundo y cada uno de nosotros tiene una misión única en esta Tierra. Además de esto, el pueblo judío tiene una importante contribución que hacer a la civilización.
El libro de Números revela la Divina Providencia que ocurrió durante los 40 años que el pueblo judío acampaba y viajaba en el desierto. Tal como veremos, las mitzvot que se presentan en este libro también se relacionan con el tema de la preocupación de Dios por el bienestar de cada individuo.
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El Censo
La Torá ordena a Moshé y Aarón contar al pueblo.
Pregunta: ¿Por qué no le pide a otra persona que lo haga?
Segunda Pregunta:¿Por qué se le llama al censo “levantar las cabezas” como vimos en la parashá Ki Tisá? ¿Por qué el hecho de ser contado es tan elevado?
Respuesta: Los verdaderos profetas tenían la habilidad de – con una sola mirada – revelar las características buenas y malas de una persona y revelar cuál era su misión en este mundo (Gaón de Vilna). Incluso el Arizal, un sabio del siglo 16, podía leer los malos actos de una persona en su rostro.
Cuando un judío como individuo se paraba delante de Moshé y Aarón y recibía sus bendiciones, era realmente una experiencia elevada. (Contrario a lo que un censo significa en el mundo secular, donde realmente no tiene ningún sentido porque sólo eres “otro número sin cara”).
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La Tribu de Levi
Al luchar por un mayor nivel de santidad, una persona puede verdaderamente aumentar el nivel de Divina Providencia que recibe – ¡e incluso extender eso a todas las generaciones! Levi, el hijo de Yaakov, fue el que más años vivió de todos sus hermanos y fue el que causó el efecto más profundo en su descendencia. La tribu de Levi continuó con las antiguas tradiciones, practicando la circuncisión incluso en Egipto, y fue la única tribu entera que no participó en el Becerro de Oro. Cuando Moshé descendió del Monte Sinai y proclamó: “Todos aquellos que estén del lado de Dios, ¡vengan conmigo!”, sólo la tribu de Levi respondió. Ellos fueron los que llevaron a cabo el castigo para aquellos que habían pecado abiertamente con el becerro (3.000, sólo la mitad de un uno por ciento de la población). ¡Esto le dio a los Levitas algo especial para todas las generaciones!
El Jafetz Jaim, el gran sabio de comienzos del siglo 20, que era Cohen (es decir, de la Tribu de Levi), una vez pidió saber por qué un determinado visitante no era Cohen o Levi. “Porque mi padre no era”, contestó el visitante.
Luego, el sabio preguntó retóricamente: “Está bien, pero, ¿por qué tu padre no fue Cohen o Levi? ¡Porque cuando Moshé hizo su declaración, mis ancestros reaccionaron y los tuyos no! La lección es que la próxima que oigas “Todos aquellos que estén del lado de Dios, ¡vengan conmigo!” – ¡Tú debes ir!”.
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El Campamento de Israel
Cada tribu tenía un estandarte con un color particular, que correspondía al color de su piedra en el pectoral del Cohen Gadol (sumo sacerdote), y una ubicación específica en relación al centro del campamento, que coincidía con la ubicación que tuvieron (de acuerdo al pedido de Yaakov) cuando cargaron el ataúd en el funeral de Yaakov. (Ver parashá Vayejí)
La visión del campamento israelita era sobrecogedora. En el centro estaba el magnífico tabernáculo rodeado en sus cuatro lados por los Levitas (las tres familias Levíticas y Moshé en el cuarto lado). Desde ahí, en cada dirección, se desplegaban tres tribus – ¡todas sirviendo a un Creador!
El Midrash dice que esto corresponde a la escena del Cielo, ¡la multitud de campamentos de ángeles rodeando la “Carroza” de Dios! En la Kedushá del rezo diario también se alude a esta conexión: “Que santifiquemos tu nombre en el mundo tal como lo hacen los ángeles en los más altos cielos”.
En el rezo de Musaf de Shabat decimos: “Una corona deben colocar en Tu cabeza, los ángeles que abundan arriba, y Tu pueblo Israel reunido abajo, juntos, santificarán Tu nombre”. Los ángeles, por así decirlo, son socios del pueblo judío para alabar a Dios.
En la parábola de amor bíblica del “Cantar de los Cantares”, las naciones del mundo tratan de seducir a Shulamit (acrónimo para el pueblo judío). “¡Deja que nosotros cuidemos de ti! queriendo decir, nosotros te daremos importantes posiciones, gran riqueza y honor sólo si tú olvidas a Tu viejo amante y te unes a nosotros. La respuesta es: “¿Qué es lo que ustedes, naciones del mundo, pueden ofrecernos, que se compare remotamente con la señal de amor que tenemos en los campamentos?”. (Cantar de los Cantares 7:1) (Observa como “campamentos” está en plural, denotando ¡el campamento de los Ángeles y el campamento de Israel!)
En Sinai, los cielos se abrieron y el pueblo vislumbró el campamento de los ángeles. Esa escena de los campamentos rodeando el Tabernáculo, junto con los ángeles arriba, es la escena de la perfección en este mundo.
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El Pluralismo Judío
La imagen del campamento israelita es como a una rueda con muchos rayos que van hacia el centro. Siempre ha habido muchas formas de ser un “buen judío”. Hay 12 tribus. Hay Cohanim, Levitas e Israelitas. Hay Ashkenazim, Sefaradim y diferentes ramas de Jasidismo. Hay cientos de comunidades en el mundo con diferentes costumbres que enfatizan distintas prioridades.
A pesar de eso, todos estos grupos están comprometidos con una misma meta: Una relación cercana con Dios, siguiendo el camino de la ley judía. Sin embargo, esto no se compara con el “Pluralismo Judío” que olvida el marco de las creencias de la Torá y que separa efectivamente los rayos del centro. ¡Por ejemplo, nadie afirmaría en nombre del pluralismo que los "Judíos por Jesús" son una rama válida del judaísmo! (Rabino Motty Berger)
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Contando bebés
La tribu de Levi fue contada desde la edad de 30 días – a diferencia de las otras tribus israelitas que fueron contadas desde la edad de 20 años. Cuando Yaakov bajó a Egipto, encontramos que Yojeved, la madre de Moshé, fue contada como el alma número 70 a pesar de que sólo era un bebé recién nacido.
Moshé reclamó: “Ciertamente no es digno que yo entre en todas sus tiendas a contar sus cunas”. Dios contestó, “Tú has el esfuerzo y se hará”. En cada entrada de las tiendas, Dios se aparecía y Moshé escuchaba una voz que le informaba exactamente cuántos bebés judíos había en esa tienda. Es por esto que la Torá se refiere al censo como “Por la boca de Dios” (Números 3:16)
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Números finales
La Torá enumera a cada tribu, junto con el nombre de su príncipe, su estandarte y su población exacta. Las tribus estaban en un rango que iba desde 32.300 (Menashé) hasta 74.600 (Yehuda) con una suma total de las Doce Tribus de 603.550 (sin contar a Levi).
Luego nos fue ordenado contar a la tribu de Levi en forma separada. Ellos eran la tribu más pequeña, sumando sólo 22.000 (¡considerando a los bebés desde los 30 días!). Los rabinos explican la razón: Cuando el faraón proclamó el “Día de Construcción de Egipto” (Parashá Shemot), solamente la tribu de Levi se negó a ir, porque estaban absortos en el estudio de la Torá. Por lo que el decreto de trabajo forzado no los afectó.
Dado que Dios funciona “medida por medida”, y como está escrito: “tal como los oprimían así ellos se reproducían” (Éxodo 1:12), esto no aplicó a la tribu de Levi que sólo aumentó de forma “natural”.
Nota: De los 3 hijos de Levi y 8 nietos (incluyendo al padre de Moshé) en el corto plazo de 2 generaciones (Moshé sólo tenía 80 en ese momento), ¡de alguna manera produjeron 22.000 niños y una cantidad presumiblemente igual de niñas! Eso da un promedio de 2.750 por cada nieto de Levi – ¡y aún eso es considerado un crecimiento natural!
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Redimiendo al primogénito
El número exacto de Levitas era 22.300. De ellos, 300 Levitas eran primogénitos, y debían redimirse a ellos mismos primero. Eso dejaba 22.000 Levitas que debían redimir a 22.273 primogénitos de las otras tribus que pecaron en el incidente del Becerro de Oro. Dado que sólo podían redimir 22.000, los 273 extra (determinados por rifa) tenían que dar 5 shekels para redimirse a sí mismos.
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Una Tarea Designada Personalmente
La parashá finaliza con la asignación a cada familia Levita de una tarea específica. En el desierto, esto significaba cargar el Tabernáculo cuando viajaban. En el Templo, ellos tenían otras funciones tales como cantar o tocar instrumentos durante las ceremonias de sacrificios, así como abrir y cerrar las pesadas puertas de hierro.
El Talmud relata que un viejo Levita estaba teniendo dificultad para mover la puerta y le pidió a otro Levita – cuyo trabajo era cantar – que lo ayudara. El segundo Levita contestó que está prohibido cambiar de tarea. Esa es una importante lección de vida. Cuando mi primer hijo nació, me recordaron el verso, “¿Y qué es el hombre que Tu le das tareas para que logre?” (Salmos 8:5) ¡Qué impresionante tarea! Criar a un niño judío, para que se convierta en una buena persona y en un buen judío en todo el sentido de la palabra.
Si uno es contratado para hacer un trabajo, aquel trabajo se debe percibir como una tarea asignada por Dios. Y así como un soldado, no debe dejar su lugar. Incluso el matrimonio es una oportunidad y una responsabilidad. Debes convertirte en el mejor esposo, padre, maestro, entre otros, que seas capaz.
Todos somos como el astronauta en su camino a la luna. Asegúrate que tu radio está funcionando y de que utilizas las profundas instrucciones de la Torá para cumplir tu misión en este mundo.
BS”D
Todos somos abanderados
Por Rab Menajem Abdeljak
En cada Iehudí hay una cosa preciada y especial, que es un aspecto que no tiene nadie fuera de él, como la historia de Abayé y Aba el enfermero. (Rabí Najman de Breslev, Likuté Moharán 34)
Rabí Najman nos enseña con esto, que cada uno tiene su aspecto singular. Cada uno es una creación única que no existió ni existirá nunca. Esta creación exclusiva, contiene un recado y una novedad para el universo que sólo él puede descifrarla y materializarla.
¿Quién era Aba el enfermero?
El Talmud (Taanit 21b) relata que Aba, el enfermero, recibía diariamente salutaciones celestiales. Abayé, de los grandes sabios del Talmud, las recibía en vísperas de Shabat y su compañero, Rabá, tan sólo en víspera de Yom Kipur.
Entonces Abayé se sintió mal ya que no lograba entender por qué un médico podía disfrutar de mayor privilegio que él, quien consagró toda su vida al estudio y enseñanza de la Torá. Para su gran sorpresa, la respuesta celestial que recibió fue “tú no puedes hacer lo mismo que Aba el enfermero”.
Esta respuesta lo intrigó aún más y salió a averiguar en qué se destacaba éste enfermero. He aquí su descubrimiento:
En dos cosas se destacaba Aba: como primero, tenía una vestimenta especial que le colocaba a las mujeres cuando debía hacerles las prácticas medicinales. La misma cubría todo el cuerpo, dejando solamente una abertura exacta para el procedimiento. De esta manera, preservaba el Tzeniut, el recato y la dignidad de las mujeres.
Como segunda virtud, Aba no cobraba personalmente a sus pacientes, sino que cada uno lo hacía personalmente en una caja situada en la entrada. Para efectuar el pago, había que introducir la mano en la caja y entonces, el que podía pagar lo hacía y el que no, tomaba dinero.
Esta singularidad, éste rasgo individual, ni el gran Abayé podía alcanzar.
En Perashát Devarim encontramos que cada tribu tenía su bandera y cada una era de otro color y con diferentes insignias. Cada cual destacando sus particularidades y capacidades, sus energías y atributos.
También los hallamos diferenciados en las bendiciones que reciben Iaakob ó de Moshé. La tribu de Asherlabraba la tierra, Zebulún navegaba los mares en pos de su sustento, Shimón se destacó en la educación y la tribu de Isajar en enseñar la Halajá. Gad en su fuerza y Iehudá en el reinado. Diferentes sectores en el pueblo, cada uno aprovechando al máximo sus aptitudes y virtudes. Todos usufructuando el regalo Divino.
¿Qué los une a todos?
Así cuenta la Torá en dicha Perashá: Cada hombre con su bandera, con sus insignias, según la familia de sus padres, acamparán los hijos de Israel, en derredor al Ohel Moed acamparán. (Bamidbar 2:2)
Es decir, cada quien por su lado, pero todos dirigidos hacia un solo centro – el Mishkán. Hacia allí desde donde irradiaba la luz de la Torá al mundo y desde donde Moshé trasmitía al pueblo las palabras deHashem. Esa era la médula, el núcleo en torno al cual todo giraba. Sin el Ohel Moed no son más que una aglomeración insignificante de gente, sin destino ni rumbo.
Rabí Jaim Vital, en el Etz Jaim, hablando acerca de la creación, expone que desde el comienzo de la creación, no hay un día igual a otro, ni una hora a la otra y tampoco un segundo a otro. Por consiguiente, el que nace en éste instante, no será parecido en absoluto al nacido el segundo próximo.
Del mismo modo, explica que la creación de cada uno es una necesidad imprescindible y finaliza con esta frase: “La función de la Jelbená en el Ketoret no la puede hacer la Leboná”. (El Ketoret es un incienso que se preparaba en el Bet Hamikdash. La misma estaba compuesta de once especies, de las cuales laLeboná era la más exquisita y la Jelbená la más ruda)
Entonces Abayé, con toda su grandeza, no podía hacer lo mismo que el enfermero, pero no por su incapacidad, sino porque no era su papel a cumplir, sino el de Aba.
De esta manera, aprendemos un fundamento, todos tenemos nuestro Tzadik personal que es aquella fuerza puntual con las que nos dotó Hashem al enviarnos al mundo. Al enfocarnos en ella y esforzarnos por explotarla y desarrollarla, llegaremos a cumplir con la intención para la cual fuimos creados.
Para localizar nuestro Tzadik personal, hay que buscar aquella Mitzvá ó buena conducta que mayor sentimiento tenemos hacia ella y explorar nuestras habilidades y pasiones particulares. Cuando lleguemos a descifrar esto, debemos saber que no es casualidad, sino que es una clara señal de Hashem para que sepamos cual es el punto sobre el cual debemos trabajar y mediante el cual traeremos Su Reino sobre nosotros y sobre el universo entero.
Ya estamos llegando, Beezrat Hashem a Shabuot, el momento de la entrega de la Torá. Aquel día estuvimos todos a los pies del Har Sinai. Sin distinción de edades, clases sociales ó niveles espirituales. Y allí, cuando Hashem nos ofreció la Torá, dijimos todos juntos Naasé Venishmá y nos comprometimos a cumplir con la voluntad del Creador.
Naasé Venishmá. Haremos y luego procuraremos entender. La respuesta fue del pueblo entero al unísono, o sea de cada uno y uno. En tal caso, debería estar escrito en singular, ya que fue la declaración de cadaIehudí individualmente, aunque hayan coincidiendo todos. Cuando los soldados juran fidelidad a la patria, cada uno personalmente dice: “Sí, juro”.
Pero la diferencia reside en que la Torá no es cuestión de cada particular, ya que no hay quien pueda cumplirla íntegramente. Solamente cuando cada particular se esfuerza por llevar adelante su papel de la mejor manera, se genera entre todos el Naasé Venishmá. Haremos, entre todos. Cada uno ocupando su lugar y desarrollando su tarea a la mayor perfección posible.
También las banderas tienen una estrecha relación con Shabuot. Nuestros sabios nos enseñaron que en realidad los mismos Iehudim las pidieron por que lo aprendieron de los ángeles. Cuando se abrieron los cielos para entregar la Torá a Am Israel, ellos vieron que los Malajim estaban agrupados de acuerdo a sus distintas funciones y entonces desearon ser igual a ellos. Se lo solicitaron a Hashem y se les fue concedido.
Conocer cada uno su lugar, sin quitarse responsabilidad ni asumir la que no corresponde, es condición de ángeles.
Por Rab Menajem Abdeljak (Basado en las enseñanzas del Rebe Najman miBreslev