DUELO: EL ALMA Y EL CUERPO. (Por Rab. Isaac Benarroch)
En Parashat Ree, la Torá describe ciertos actos de duelo practicados por los no-Judios en tiempos pasados. Algunos hacían cortes en su cuerpo, mientras que otros se arrancaban las cejas. La Torá prohíbe tales acciones, diciendo: “Ustedes son hijos de Dios, no se corten, ni se arranquen el pelo entre los ojos por un muerto”[1]. Del mismo modo, en la parashá Kedoshim, la Torá nos dice: “No se hagan cortes en su carne por un muerto, ni se impriman señal alguna. Yo soy Hashem “[2]. Estas mitzvot enseñan que es dañino hacerse un corte en el cuerpo como señal de duelo. En cambio, es un precepto positivo el rasgarse uno la ropa por la muerte de un pariente cercano (esto se conoce como kriah). El Shulján Aruj [3] establece: “Alguien cuyo familiar ha muerto, (si es un familiar que uno está obligado a guardar luto), debe rasgar [su ropa] por el” [4]. Es sorprendente cómo ambas acciones muy similares de desgarrar se consideran de manera tan diferente en la ley judía, a tal punto que el corte en la piel está prohibido y sin embargo el desgarrar la ropa es obligatorio [5].
A fin de comprender la diferencia entre el corte del cuerpo y el corte en la ropa, es necesario analizar el primer caso en la Torá en el que la ropa tiene un papel, como lo es el jet (pecado) de Adán Harishon. La Torá nos dice que antes del jet, Adán y Chava no llevaban ninguna ropa, pero no se avergonzaban [6]. Sin embargo, después de comer del fruto prohibido se dieron cuenta de que estaban desnudos y vistieron ropa para cubrir su vergüenza [7]. ¿Qué cambió como resultado del pecado? Sabemos que el hombre está compuesto de dos contrastantes características; el cuerpo y el alma. Pareciera ser que siempre se sobreentendió que no es apropiado para la esencia de la persona estar expuesto, y por lo tanto hay la necesidad de algún tipo de “cubierta”, o ropa. Antes del pecado, Adán principalmente se identificaba a sí mismo como un alma, y su cuerpo tomaba el papel de una especie de “ropa” para el alma. En consecuencia, no había necesidad de ropa que sirviera como cubierta para el cuerpo, porque el cuerpo era una especie de ropa en sí mismo. Sin embargo, después del pecado, la identidad primaria del hombre pasó a ser la de un cuerpo [8]. Una vez que vio su cuerpo como el ikar [9], se sentía avergonzado cuando estaba descubierto, y por consiguiente necesitaba de ropa para cubrirse.
Con esta visión de la relación entre cuerpo y alma, podemos ahora tener una mejor comprensión de la importancia de rasgarse la ropa o de cortarse la piel. Desde el pecado de Adán Harishon, el hombre vive su vida principalmente identificándose a sí mismo como un cuerpo [10]. Por lo tanto, cuando una persona muere, uno equivocadamente pudiera pensar que todo su ser se ha ido para siempre. Sin embargo, este es un gran error – ya que sólo ha perdido su cuerpo, pero su alma continua existiendo. En consecuencia, se le ordena rasgar su ropa para que recuerde en su momento de dolor que la esencia de su ser querido no ha desaparecido. Sólo su cuerpo, que era la ropa de su alma, se ha perdido, sin embargo su alma está intacta. Esto explica por qué está prohibido hacerse cortes en la piel. Al hacerlo, muestra una creencia de que esta persona dejo de existir en toda forma posible [12].
La Torá enseña las directivas sobre el luto no sólo sobre la actitud correcta ante la muerte, sino también a cómo uno debe actuar en la vida. Con respecto a la muerte, nos informa que la muerte no es el final de la existencia de una persona. Concientizamos que nuestro ser querido ha pasado a un plano superior de existencia. Hacer cortes en el cuerpo simboliza la creencia de que el fallecido deja de existir completamente. En consecuencia, es una acción totalmente inapropiada.
Con respecto a la vida, estas lecciones nos recuerdan que una persona no debe perder de vista el hecho de que su alma es la fuente principal de su identidad y su cuerpo es un recipiente temporal, cuya tarea es la de facilitar el bienestar del alma. En consecuencia, mientras que uno debe atender a las necesidades físicas básicas del cuerpo, no debe hacerlo como un fin en sí mismo, sino para fortalecer a la persona con un estado físico saludable que le permitan embarcarse en sus esfuerzos espirituales. Esto es muy difícil, dado el estado del hombre después del pecado de Adán Harishon, sin embargo, cuanto más se refuerza su reconocimiento de la supremacía del alma, tanto más será capaz de poner en práctica esta lección.
Que todos tengamos el mérito de comprender el enfoque de la Torá sobre la vida y la muerte.
1.- Ree, 14:01.
2.- Vayikra, 19:28.
3.- El Shulján Aruj es uno de los volúmenes más importantes de la ley judía. Fue escrito por el Rabino Yosef Karo en el siglo 15.
4.- Yoreh Deah, 340:1.
5.- Ver Torá Temima, Vaikrá, 10:06, Rav Samson Raphael Hirsch al HaTorá, Vaikrá, 19:28, sobre las diferentes mitzvot que se relacionan con este tema. Un diferente (aunque no contradictorio) enfoque se ha adoptado aquí.
6.- Bereshit, 02:25.
7.- Bereshit, 03:07.
8.- Así es como nos identificamos hasta el día de hoy. Rav Motty Berger señala que una persona no dice “mi cuerpo no se siente bien”, sino que dice “yo no me siento bien”, lo que implica que la fuente de su identidad propia es su cuerpo – esto demuestra que de forma natural nos centramos en el cuerpo como nuestra esencia.
9.- Es decir, el aspecto principal de quién era.
10.- No hace falta decir que su Avoda en la vida es relacionarse con su alma en el mayor grado posible, sin embargo, es imposible negar la supremacía del cuerpo en este mundo.
11.- Cabe señalar que hay otros momentos en que hay la obligación de kriah – como cuando uno ve el area de la destrucción del Bet Hamikdash – la explicación anterior no parece aclarar la razón de la kriah en ese caso.
12.- Ver Rabbenu Bechaye, Devarim, 14:01.
PERASHA REE: "La piedad verdadera"
Una de las bases de la Torá es el favor y la piedad que debe regir entre todos los seres humanos. Muchos de los preceptos que debemos cumplir, tienen como fundamento este concepto esencial para quien se digne en llamarse persona. Sin embargo, uno de los temas que esta Perasha trata se refiere a castigar en una forma aparentemente cruel a quienes cometieron uno de los peores pecados que pueda existir: la idolatría. La Torá nos ordena: "Si escucharas en una de tus ciudades... salieron hombres viles en medio de ti y alejaron a los moradores de esa ciudad diciendo: iremos y serviremos a otros dioses que no conocéis... mataréis a los moradores de esa ciudad a filo de espada, destruyendo a ella y a todo lo que está en ella... y todo su botín juntarás en el medio de su plaza y lo quemarás en el fuego junto a la ciudad y será un montículo eternamente; no será jamás reconstruida" (Debarim 14). Debemos comprender que si la Torá determinó este castigo para los transgresores, es debido a la necesidad de exterminar el mal que exista en el pueblo. Una regla fundamental debe ser tenida en cuenta: todos los sentimientos que pueda poseer un ser humano tienen un lugar y un momento apropiado para ser aplicados. Quizás sea por eso que el término que utilizan nuestros Sabios para calificar a las cualidades humanas es el de "Midot", cuyo significado estricto es "medida", ya que todas las cualidades son positivas. Sólo depende de saber utilizarlas en el momento preciso y con la medida adecuada.
Es lo que sucede también con el tema de la piedad y la crueldad. Hasta el día en que Hashem extermine la maldad del mundo, no debemos olvidarnos que existe y que debemos enfrentarla con la mayor crueldad posible. Actuar con piedad en ese caso es incorrecto. Un ejemplo claro al respecto es lo que sucedió con el rey Shaul. Los Jajamim nos aclaran su grandeza, a tal punto de compararlo con un niño de un año que aún no probó el "sabor" del pecado. De todas formas, su reinado no prosperó y fue reemplazado por el rey David. ¿Cuál fue la causa? En el momento en que Hashem le había ordenado exterminar al pueblo de Amalek, Shaul actuó con piedad dejando vivir a los animales y tomando prisionero a Agag, rey de Amalek. Su intención había sido correcta, pero una voz celestial proclamó sobre él: "No seas tan Sadik" (Kohelet 7), ya que quien actúa con piedad cuando debía ser cruel, terminará siendo cruel en el lugar que debía ser piadoso. El propio Shaul terminó asesinando a los habitantes de la ciudad de Nob como se relata en el libro de Shemuel. El rey David heredó el reinado de su antecesor y tomó la enseñanza adecuada. Fue piadoso y actuó con misericordia, pero enfrentó a los perversos y guerreó con otros pueblos cuando fue necesario y con el consentimiento del Sanhedrin. Ese equilibrio perfecto fue el que determinó que Hashem lo eligiera rey de Israel. El Midrash comenta que en el momento en que David pastoreaba el ganado de su padre, encerraba a las ovejas mayores para que no pastorearan hasta que las recién nacidas comieran el pasto débil. Sólo después las liberaba para que pudieran comer. Es posible que esas ovejas pensaran en algún instante que David se comportaba en forma cruel con ellas, pero Hashem sabía que esa "crueldad" era en realidad una demostración de la piedad que David tenía en su corazón para que las pequeñas crías pudieran alimentarse.
¿Qué opinaríamos de alguien que sin diferenciar los casos siempre actuara con piedad? En ese caso debería oponerse a que existan cárceles o castigos y multas a quienes transgredan las leyes. Tendría piedad de los animales a tal punto que se opondría a que se hicieran pruebas con ellos para obtener medicinas que podrían salvar muchas vidas humanas. ¡Que Di-s nos salve de este tipo de piedad! La piedad sin límite transforma a la persona en cruel y lo convierte en un ser que perjudicará a la sociedad y a su propia familia. ¿Qué sucedería si un padre no corrigiera a su hijo que se aparta de la buena senda? ¿Se puede considerar piadosa a una madre que no pone a sus hijos los límites que la Torá determina? La verdadera piedad consistirá en encaminarlos hacia el servicio de Di-s con buenas palabras y el propio ejemplo a pesar de que en las apariencias parezca ser cruel. No solamente con los hijos se debe comportar de esta manera, sino con uno mismo apiadándose del alma que Di-s insufló dentro de nosotros para obtener así el deleite eterno del mundo venidero. Complacer los deseos materiales prohibidos por la Torá será actuar con crueldad dañando el alma y restándole la posibilidad de disfrutar de ese bienestar.
A pesar de que la Torá determina en algunos casos actuar con piedad y en otros con crueldad, hay una diferencia fundamental que debe ser tenida en cuenta. Cuando alguien, por ejemplo, realiza un favor o da una Sedaká, aunque su intención no haya sido tan pura sino que haya estado originada en un interés personal de sobresalir para que todos lo conozcan como una persona bondadosa, de todas maneras cumplió con una Mizva aunque no haya sido de la forma ideal. En cambio, en los casos en los que se debe actuar con crueldad, la raíz de ese proceder debe ser un sentimiento puro completamente sin ningún tipo de interés personal. De lo contrario, deberá rendir cuentas con Hashem por su actitud. Su intención debe ser pura y "Leshem Shamaim". Es por eso que el rey David en los versículos del Tehilim 139 comenta: "He aquí Hashem que odio a los que te odian y peleo contra los que se alzan contra Ti. Los aborrezco con el mayor de los odios, los considero enemigos míos". Para comprobar que su noble corazón sólo buscaba la honra de Hashem, David continúa: "investiga Di-s y conoce mi corazón, pruébame y averigua mi pensamiento. Mira si hay en mí algún mal camino y condúceme por el camino eterno".
Es claro que no puede depender del entendimiento humano determinar cuándo actuar con piedad y cuándo con crueldad. Para satisfacer las ambiciones y deseos personales, el instinto del mal encontrará muchas respuestas para justificar hechos cuya raíz verdadera será una mala cualidad, pero que estará disfrazada con la idea de "honrar a Di-s". Sólo los grandes Sabios de cada generación que no poseen ideas o intereses propios, sino que todo su razonamiento emana de las fuentes puras de la Torá saben determinar cuándo y cómo actuar. Debemos escuchar sus consejos. En Bamidbar 25 la Torá relata cómo Pinjas "tomó una lanza en su mano". Rashi comenta que al ver cómo un príncipe de Israel tomaba a una princesa gentil a los ojos de todo el pueblo, recordó la jurisprudencia y le dijo a Moshe Rabenu: "aprendí de ti que quien toma a una aramita, los celosos de Hashem lo matan". En ese momento, Moshe le dijo: "que el portador de la carta sea también el que la ejecute". Los Sabios preguntan: si Pinjas había recordado la Halajá, ¿para qué le preguntó a Moshe cómo debía actuar? La respuesta es que para determinado tipo de situaciones, aunque alguien tenga la seguridad de cómo debe actuar, debe consultar previamente con su Rab.
De todas maneras y retomando el tema de la ciudad idólatra, después que la Torá detalla el castigo a sus habitantes concluye diciendo: "para que retorne el Eterno de su cólera y te otorgue piedad y se apiade de ti y te multiplique como juró a tus padres"(Debarim 13). El sentido de este versículo es explicado por el Or Hajaim Hakadosh Z"L: "luego que Hashem ordenó destruir la ciudad e incluso a sus animales, este acto provocará crueldad en el corazón de la persona... por eso Hashem les asignó que El -fuente de la piedad- anulará la crueldad que pudiera nacer en ese instante". El concepto final es "y se apiadará de ti, ya que cuando la persona se comporta cruelmente, también Hashem será cruel con él, ya que Hashem sólo se apiada del piadoso".
Nos acercamos al día de Rosh Hashaná en donde Hashem juzga a cada ser humano y determina todo lo que sucederá con él durante el próximo año. Una de las claves que nuestros Sabios nos enseñan para tener éxito en el juicio es precisamente la piedad. El Talmud en Rosh Hashaná 17 comenta: "quien deja pasar su cualidad (no es vengativo ni rencoroso) le dejan pasar sus pecados", o sea que el juicio no será estricto con él, a pesar de que quizás los pecados quizás no le sean perdonados. El Talmud continúa narrando que Rab Huná enfermó y fue Rab Papá a visitarlo. Al verlo tan grave, le dijo a los familiares que prepararan lo necesario para el entierro. Finalmente Rab Huná se recuperó y al encontrarse con Rab Papá le comentó: "Es cierto, la muerte estaba decretada para mí, pero al llegar al cielo escuché como Hashem decía a sus ángeles: "Déjenlo, no lo investiguen porque no es rencoroso". Deducimos de este suceso, que incluso en el caso en el que la muerte estaba decretada y el enfermo yacía moribundo, la virtud de no responder agresivamente a quienes lo perjudicaban, le permitió a Rab Huná seguir viviendo.
Más aún, será uno de los consejos por excelencia para quien desee salir airoso del juicio de Rosh Hashaná. El Talmud en Babá Mesiá 85 comenta un suceso que ocurrió con el sabio que ordenó las Mishnaiot: Ribi Iehuda Hanasí, conocido también con el nombre de Ribi o "Rabenu Hakadosh" que significa "nuestro sabio sagrado", ya que en él se encontraban virtudes y cualidades que lo elevarón por sobre los Sabios de su época. "Desde que murió Ribi se anuló la humildad", es una frase del Talmud que revela sólo una pequeña parte de toda su grandeza. Sin embargo, cuando un pequeño becerro era perseguido por un matarife y se refugió debajo de la ropa de Ribi, éste le dijo: "Ve, para esto naciste". En ese momento, en el cielo se decretaron sufrimientos para Ribi por no haber tenido piedad del becerro. Toda su Torá no fue suficiente para protegerlo, ya que se trata de algo natural: quien no se comporta con piedad, no se apiadan de él desde el Shamaim. Después de muchos años de sufrimientos, la mujer que hacía la limpieza en la casa de Ribi estaba barriendo a unas pequeñas comadrejas y Ribi le dijo: "Déjalos, está escrito: la piedad sobre todas Sus criaturas". En ese momento, se levantó el castigo que posaba sobre él.
El secreto maravilloso de Rosh Hashaná: ser piadoso con el prójimo, aunque pensemos que quizás no corresponda esa actitud. Si así actuamos, Hashem tendrá misericordia sobre nosotros aunque no la merezcamos. En una oportunidad, Ribi Jaim Zonenfeld Z"L dictaminó sobre un juicio entre marido y mujer. La familia de la mujer se sintió perjudicada y muchos de esos familiares fueron a la casa del Rab y comenzaron a gritar faltando su respeto. Era la semana previa a Rosh Hashaná y la señora del Rab al escucharlos comenzó a llorar en forma desconsolada. El Rab permaneció en silencio pero cuando las ofensas aumentaron se levantó repentinamente y les dijo con tono fuerte: "¡Escuchen lo que les diré!". En ese momento se produjo un silencio total. El Rab continuó: "si ustedes tienen razón en vuestra queja, porque mi Bet Din y yo nos equivocamos en el juicio, han entregado vuestro juicio al cielo y que el Todopoderoso me perdone, ya que el juez determina en base a lo que sus ojos ven. ¡Pero!, -alzó en ese momento aún más su voz-, si la verdad está de nuestro lado y el juicio que realizamos fue correcto, entonces, entonces...!". Quienes habían ofendido al Rab se pusieron pálidos al escucharlo, esperando una respuesta terrible ya que sabían que estaban jugando con fuego al faltar su honra. El Rab continuó: "¡entonces!..., les hago saber que a pesar de que la verdad está de mi lado, los perdono completamente por el sufrimiento que provocaron a mi familia y a mi persona. Los bendigo para que Hashem los inscriba en el libro de la vida y la paz!". Avergonzados, los hombres se retiraron. Un vecino que había escuchado lo sucedido, le preguntó al Rab: "entiendo que usted los haya perdonado en su corazón, porque así proceden los Sadikim que no guardan rencor ni siquiera a quienes los hicieron enfurecer, pero ¿por qué se los dijo claramente? ¿No hubiese sido mejor que la conciencia les golpeara hasta que se arrepintieran de su proceder y pidieran perdón?". El Rab le respondió: "pensé que se acercan los días de Rosh Hashaná y cada persona debe hacer un análisis de sus actitudes. Con seguridad, ellos recordarán lo sucedido y pensarán en pedirme perdón y hacer Teshuba. Pero el instinto del mal les dirá: "¿cómo se van a humillar delante del Rab? ¡No vayan!". Les hará ver que ellos tienen razón y es probable que Hashem los castigue en el día del juicio. Por eso los perdoné públicamente. Así les será más sencillo arrepentirse de las ofensas y enseguida serán perdonados por Di-s". Así sucedió finalmente. El jefe de ese grupo se encontró con el Rab en la víspera de Kipur y le pidió perdón. El Rab aceptó la disculpa y conversaron sobre distintos temas. En la conversación, el Rab le preguntó si había comprado el Etrog (fruto cítrico con el que se bendice en la fiesta de Sucot) y el hombre le respondió diciendo que había conseguido un Etrog de la mejor calidad que existía por el que había pagado una suma de dinero muy importante. El Rab le dijo: "para cumplir una Mizva, debe estar dispuesta la persona a pagar hasta la quinta parte de sus bienes. Pero para no transgredir una prohibición, debe estar dispuesta a perder todo su dinero". El Rab le recordó a esa persona que cuando la Torá menciona en Shemot 22: "al juez no debes maldecirlo", se refiere a que el veredicto debe ser aceptado por más que no se comprenda el sentido del mismo.
Así como los actos crueles destruyen el alma de quienes así se comportan, los actos de favor y piedad reviven el alma acercándola a su Creador. El Rambam comenta sobre la frase de Pirke Abot 3: "todo depende de la mayoría de los actos", que la grandeza del ser humano no se alcanza por un gran acto que haya realizado, sino por la reiteración de los mismos aunque no posean un gran nivel. El ejemplo que Maimónides da es que si una persona por ejemplo piensa donar mil monedas, es preferible que entregue de a una moneda por vez antes que hacerlo en un sólo momento. De esta forma, adquirirá realmente un corazón puro debido a la constancia y la continuidad de sus buenas obras. La formación de la personalidad de cada ser humano depende de sí mismo, de sus actos y del pensamiento que posea al realizarlos. Si son correctos y se repiten continuamente, purificará su alma nivelando sus cualidades al equilibrio adecuado que Di-s pensó al crearlo.
Concluyamos este comentario recordando lo que el Rab Eliahu Lapian Z"L comenta en su libro Leb Eliahu: "si la persona no se esfuerza en corregir sus cualidades, descenderá hasta el abismo más profundo y no se corregirá ni siquiera en el último instante de su vida". Para corroborar este tema, el Rab comenta un suceso que ocurrió con dos hermanas que se odiaban mutuamente. Una de ellas enfermó en forma grave y ante la inminencia del final, decidió arreglar todas sus cuentas pendientes y entre ellas estaba el tema de su hermana. Pidió que la llamaran para despedirse de ella. Su hermana concurrió rápidamente decidida a terminar con todas las diferencias que podían existir. La mujer en su lecho de enferma, al ver a su hermana le hizo una seña para que se acercara. Su hermana entendió que quería besarla y se agachó a su lado. Con las pocas fuerzas que aún tenía, la mujer enferma acercó su rostro y mordió a su hermana hasta hacerla sangrar. Con alegría dijo: "Toda mi vida estuve esperando tener la oportunidad de vengarme de ella, ahora que lo conseguí puedo morir con tranquilidad". El Rab Lapian Z"L nos enseña hasta dónde puede descender quien no se dedica a corregir sus cualidades a lo largo de la vida. Tomemos su mensaje, superemos constantemente nuestra conducta y encontraremos la felicidad en este mundo y en el venidero.
http://masuah.org/ree_F.htm
La sabiduría de
"saber dar una mano"
Hay cuatro categorías de hombres en lo que respecta a la práctica de la
caridad -Tsedaká-: el que practica la caridad pero le disgusta que otros la
practiquen, él ve con malos ojos la satisfacción de sus semejantes. El que
desea que otros practiquen la caridad mas no él mismo, es un avaro. El que
la practica él mismo y desea que los otros también lo hagan, es un hombre
virtuoso. Finalmente el que no la practica e impide que otros lo hagan, es
un impío". (Pirké Avot, Tratado de Principios, 5:16).
Así concibieron los maestros de Israel las normas que habrían de regular
las relaciones interpersonales, en la sociedad hebrea. El concepto de la
Tsedaká, es decir, la implementación de la equidad y la justicia para con
el prójimo, ya sea para con el necesitado o para con el carenciado,
revestía -en cierto modo-, diversas modalidades, aunque una sola de ellas
participaba del ideal rabínico. Existían, sin embargo, tantas maneras de
dar, como individuos dispuestos a recibir...
Nuestra Torá, fuente de verdad y justicia -Emet y Tsédek- que deben
inspirar al ser humano en su cotidiano quehacer, aborda en la presente
sección el candente tema de la "Tsedaká", algo que en nuestro plano teórico
no reviste duda alguna, pero que bajado a la práctica diaria, a la "arena
de los hechos", adquiere una forma diríamos muy poco sustanciosa y hasta
crea la figura de una 5ta y hasta de una 6ta (y tal vez más...) categoría
entre los auspiciantes de tan alta norma moral -en cuanto ayuda espiritual
y material para con el otro- se refiere.
Perashat "Reé" nos presenta una probable cara de la realidad, y nos dice:
"...Cuando hubiere en medio de ti pobre de alguno de tus hermanos, en
alguna de tus ciudades...
"No endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano menesteroso;
sino que indispensablemente le abrirás tu mano, y sin falta le prestarás lo
suficiente para la necesidad que padeciere...
"Ciertamente le darás, y no debe dolerte el corazón cuando le dieres..."
(Deuteronomio 15: 7,8,10).
Hay circunstancias por cierto, que pueden golpear a las puertas del destino
de cualquiera de nosotros. No existen hipótesis para la Torá. Existen seres
humanos que están "en medio de ti", y que están atravesando por una
situación límite. El concepto "en medio de ti" me involucra -en cierto
modo- como posible causante de tal o cual situación, al entender de algunos
exégetas. Cosa que no es del todo exagerada. Yo mismo puedo ser causante de
tales situaciones. Lo primero pasa por ser sensible; para la Torá: "abrir
tu corazón", no endurecerlo. Abrir el corazón para que luego pueda abrir mi
mano, paso que será una consecuencia lógica y deseada si es que decido
ayudarlo. No alcanza con "abrir la mano" tan sólo, si es que con eso
pensábamos salir del paso. El indigente también necesita de mi corazón....
Y es allí donde la Torá, más que nunca Torat jaim, es decir, una Torá de
Vida, se detiene una y otra vez, para que a la acción buena le preceda una
mejor y sana intencionalidad. Para que a mi mano la muevan los nervios de
la bondad, para que cada uno de mis dedos se movilice al son de la
musculatura "voluntaria" de mi cuerpo; para que mi mano sea una
prolongación de mi corazón... Mi corazón, asiento bíblico de la razón más
que del sentimiento; espacio que me ayuda a discernir y a jerarquizar mi
dimensión humana, por sobre todo.
La Torá tiene una preocupación, pero no es la de cuánto le daré al
menesteroso, sino la de ¿cómo le he de darŠ? ¿Cómo me verá mi hermano en el
momento de recibir mi ayuda, más allá de que no la entregué personalmente?
¿Cómo se sentirá él al verse rodeado de necesidades materiales que le
impiden llegar más allá de sus propias limitaciones? Todo esto pide nuestra
Sagrada Torá que nos propongamos frente al gran acto cotidiano de la
Tsedaká, para que sea verdaderamente Justicia...
Por eso insiste al final: "Natón titén ló..." - "Ciertamente le darás, y no
debe dolerte el corazón cuando le dieres..." ¿Qué quiere decir esto de que
"no haya dolor en mi corazón" por haber dado algo mío para ayudar?
Nuestros maestros -de venerada memoria- conocían al "ser interior" que se
alberga en cada ser humano, y opinaron a este respecto diciendo: La
naturaleza que caracteriza a los seres humanos es que sus corazones se
"enternecen" y sus manos se abren en amplitud para dar "Tsedaká" a los
carenciados, en los momentos que le sobrevienen a ellos mismos o a sus
allegados situaciones angustiosas y dolorosas, ya sea de orden económico o
bien alguna suerte de dolencia o enfermedad. Es, al entender de los Sabios,
en ese preciso instante, cuando recordamos todo, como está escrito en el
Libro de Proverbios (Mishlé, 10:12): "...empero la Tsedaká -caridad,
justicia- nos libra de la muerte", y suelen correr presurosos a cumplir con
esta noble cualidad, enumerada entre las Mitsvot de mayor valía.
Es por eso que nuestra perashá enfatiza: "Natón titén" - "Darás,
ciertamente habrás de dar": hay que dar en todo momento y en todos los
tiempos; "y no deberá dolerte el corazón cuando le dieres", es decir, no
aguardes para ofrecer Tsedaká hasta que te encuentres -D-s nos libre- en
situaciones de apremio... Dar es ofren-dar. Dar parte de mí. De mi propio
ser. Con alegría. Sin presión alguna. Porque sé que hay quien me
necesita...
Veamos finalmente una sabia reflexión de Rabí David Shemuel Pardo (sabio
judío de los Balcanes, radicado en Jerusalém, 1718 - 1790): "...Hemos
observado un mal enfermizo entre los dadores de tsedaká, y es, que en el
momento de tener que abrir sus manos y sus bolsillos generosamente, ellos
suspiran y se lamentan a los oídos de los pobres sobre su difícil
situación, y sobre todo tipo de problemas, fracasos y quebrantos que les
acontecen: 'Los negocios no prosperan', y de '¡cómo la pobreza se ha
expandido por el mundo!'; situaciones todas que tornan prácticamente
imposible la práctica activa de la tsedaká (= caridad = justicia) (!?). A
raíz de que existen seres humanos como éstos, es que nos previene y nos
advierte la Torá -dice el Rabí David Pardo-: '...y no deberá dolerte el
corazón cuando le dieres', sino 'Ciertamente le darás, con integridad de
corazón y con gesto amable' ".
Mucho se ha escrito y más se ha dicho al respecto. Pero frente a tan oscura
realidad, el Talmud establece: "...Cuando un pobre va a visitar a un rico y
le dice: '¡Ayúdame!'; si se le responde favorablemente, bien; si no, está
escrito: 'Pobre y rico se encontraron, a todos los hace D-s' (Mishlé
22:2). Él, que Hace a uno pobre y a otro rico, puede trocar los papeles y
las situaciones" (Talmud Bablí, Tratado de Temurá 16 A).
Y digamos finalmente que no sólo hay que saber dar. También hay que conocer
cómo hacerlo. Así lo enseñaron nuestros maestros: "...Porque D-s traerá
toda obra a juicio, sobre todo la cosa oculta, buena o mala" (Kohelet
12:14). Decía Rabí Ianai que esto se refiere al que da Tsedaká en público.
Rabí Ianai vio a un hombre que ayudaba a un pobre delante de muchas
personas. Le dijo: "Mejor hubiera sido que no le dieras nada, y no
avergonzarlo así, públicamente"... (Talmud Bablí, Tratado de Jaguigá 5 A).
Está por comenzar el Mes de Elul. Es el tiempo de saber dar -primero- para
luego pedir al Creador por la vida, por los hijos, por el sustento. E'L'U'L
es "Aní Ledodí Vedodí Lí" - "Yo soy para mi amado y mi amado es para mí".
Que no quede en las palabras. Demos una mano.
“Aspirar al nivel más alto, sin dejar el más bajo”